
Hoy empiezo la semana en un estado distinto.
Chile campeón y yo estuve ahí. Con el corazón a dos manos en minutos de silencio y segundos de fervor. Creyéndome DT, desafiando a Sampaoli, adorando al Gato Silva que oportuno con sus apariciones sobresalió junto a Medel ¡Qué defensa notable! Del Pitbull me lo esperaba, pero Francisco me descolocó. Entró enajenado, conectado al 100% con el partido y esa copa que esperaba por él, su equipo y todos los chilenos.
Un primer tiempo con dominio a favor de La Roja. La salida de Di María, un problema menos… Chao Messi. Odiando a Alexis por comilón, amando a Alexis por enseñar sin asco lo que es una “cachaña” -nombre que llevó el balón del certamen- . Un primer tiempo que encendía la ilusión al triunfo, pero que empañado en experiencias pasadas, me llevaba al peor de los escenarios: “Argentina juega al cansancio, nos va a reventar y van a movilizarse en el segundo tiempo”. Así fue entraron, a matar cinco minutos dominando el balón, una recuperación . Los chilenos de hoy resisten. A Argentina le salió el tiro por la culata. La cancha se igualó. Pintaba para alargue. Pintaba para penales. Un estadio pendiente. Las banderas de Farkas flameantes, la tribuna de prensa inquieta. El vaivén de estados de ánimo. Ira, orgullo, esperanza, descontrol. Las piernas lentas de Bousejour, pero titular consecuente. Sale Valdivia, entra Fernández, tremendo jugador opciones de tiro nuevas, pero por qué el Mago ¿y Alexis? Un lunar canceroso que no germinó de enfrentamientos entre hinchas, fuerzas especiales dispersando la cagá. Minutos adicionales y un casi gol sobre la final Higuaín nos reventó la úlcera. Alargue 0-0. Sale Vargas mis respetos y aplausos para tremendo partidazo que se mandó. Hola Angelo Henríquez es tu momento. 120 minutos de lucha pasamos a los penales. Un juego de ruleta. Mati Fernández,ok; Messi, ok; Arturo Vidal, ok; Higuaín, a la chucha; Aranguiz, ok; Benega, frena Bravo; Sánchez, ok, el chico maravilla invade la casa de Romero y en segundos Chile, grita y llora de emoción. Que el sabor de la victoria no pare…